Página:Anton Chejov - Historia de mi vida - Los campesinos.djvu/72

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
67

vapuleaban. Esto constituía para ellos una manera de deporte que les divertía mucho. Nos sacudían el polvo, nos robaban los colores y, para hacemos rabiar, nos destruían el trabajo.

Por si esto era poco, Nabó empezó a pagarnos sin regularidad. Bajo la dependencia de otros contratistas, recibía de ellos muy poco dinero y no ganaba lo bastante para poder pagarnos bien. Por otra parte, las lluvias incesantes nos impedían trabajar y perdíamos mucho tiempo. Los obreros, hambrientos y sin un cuarto en el bolsillo, se daban a todos los demonios y estaban dispuestos a pegarle a Nabó una paliza. Le insultaban, le llamaban canalla, mala sangre, Judas. El desventurado suspiraba, procuraba calmarlos y acababa por ir a casa de la generala Cheprakov en demanda de un pequeño préstamo.


VII


Llegó el otoño, lluvioso, cenagoso, sin sol.

Sólo raras veces teníamos trabajo. Me pasaba parado hasta tres días seguidos. Para no morirme de hambre hacía cosas por completo ajenas a mi oficio; llevaba agua, cavaba, recibiendo por ello veinte "copecks" de jornal.

El doctor Blagovo se había marchado a Petersburgo. A mi hermana no había vuelto a verla. Nabó había caído enfermo y no abandonaba ya el lecho, esperando la muerte. Mi humor era también otoñal.