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Aventuras

hace unos dos años, cuando todavía no era más que un muchacho y antes de que la hubiera realmente conocido, pues la niña había estado cinco años lejos, interna en un colegio, ¿qué hace el idiota, sino caer en las garras de una muchacha de restaurant y casarse con ella en la oficina del registro civil? Nadie sabe una palabra del asunto, pero usted puede imaginarse cuán enloquecedor debe ser para él verse impedido de hacer lo que daría los ojos de la cara por hacer pero que le es absolutamente imposible hacer. Una desesperación frenética de esa clase fué lo que le hizo alzar los brazos cuando su padre, en la última conversación que tuvieron, lo compelía á pedir la mano de la señorita Turner.

Por otro lado, el mozo no tenía medios de mantenerse solo, y su padre que, según todos los informes, era hombre muy rudo, lo habría literalmente arrojado á la calle si hubiera sabido la verdad.

Con su esposa, empleada de restaurant, había pasado los tres últimos días en Bristol, y su padre no sabia dónde estaba. Retenga usted ese punto, porque tiene importancia. Algo bueno ha salido del mal, sin embargo, pues la sirvienta de restaurant, al ver en los diarios que está en serios apuros, lo ha arrojado por encima de la borda, escribiéndole que antes de casarse con él ya tenía un marido en el puerto de Bermuda, de manera que realmente no hay vinculo ninguno entre ellos. Creo que esta sola noticia ha conso-