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Aventuras

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A A mi derecha senti un movimiento y una exclamación y, mirando á través del humo, vi á Whitney pálido, demacrado y con las ropas en desorden, que clavaba los ojos en mí..

—Dios mío! ¡Es Watson!—dijo.—Estaba en un lastimoso estado de reacción, todos sus nervios en tensión.—¿Qué hora es, Watson?

—Cerca de las once.

—¿De qué día?

—Del viernes, 19.

—Justo cielo! Yo creía que del miércoles. Y es miércoles. ¿Por qué quiere usted asustar á su amigo?

Ocultó la cara entre sus brazos y empezó á sollozar en tono chillón.

Le digo á usted que es viernes, hombre. Su señora lo ha esperado á usted en angustias estos dos días. ¡Debería usted avergonzarse de sí mismo!

—Sí, estoy avergonzado. Pero usted se equivoca, Watson, pues sólo he estado aqui unas horas: tres pipas, cuatro pipas... yo no me acuerdo de cuántas. Ahora me voy con usted.

No querría que Catalina sufriera... Ipobre Catita! Déme usted la mano. ¿Tiene usted un coche?

Xoco —Sí, en la puerta espera.

—Entonces, vamos. Pero debo estar debiendo algo aquí. Pregunte usted cuánto debo, Watson. Estoy sin fuerzas, nada puedo hacer solo.

Eché á andar por el estrecho pasadizo dejado