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Aventuras

tó. Tengo excelente oido. Si tuviera usted la gran amabilidad de desembarazarse de ese su tonto amigo, yo tendría muchísimo placer en que habláramos un rato.

—Tengo afuera un coche.

—Entonces, sírvase enviarlo en él á su casa.

Puede usted confiar en que se irá directamente, porque está demasiado embrutecido para hacer ninguna travesura. También recomiendo á usted que envíe usted con el mismo cochero dos lineas á su señora, para que sepa que se queda usted conmigo. Si me espera usted afuera, dentro de cinco minutos estaré con usted.

Era dificil negarse á algo de lo que Sherlock Holmes pidiera, tan definitiva era siempre la manera como lo pedía, y tanta autoridad había en su acento. Yo comprendí, además, que una vez que Whitney estuviera encerrado en el coche, mi misión habría terminado de hecho, y, por lo demás, nada podía desear yo mejor que verme asociado con mi amigo en una de esas singulares aventuras que éran la condición normal de su existencia. En pocos minutos escribí mi carta; pagué la cuenta de Whitney, conduje á éste al coche y lo vi perderse en la obscuridad.

Un instante después, un hombre decrépito surgió del antro del opio, y Sherlock Holmes y yo nos dirigimos calle abajo. En el espacio de dos calles se arrastró con la espalda encorvada y el paso incierto. Después miró rápidamente en tor no nuestro, y estalló en un acceso de risa.