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Aventuras

niques: cuatrocientos veintiún peniques y doscientos setenta medios peniques. No era de maravillarse el que el agua no se le hubiera llevado. Pero un cuerpo humano es otra cosa. Entre la casa y el muelle se forma un violento remolino, y es muy creible que el pesado saco se quedó cuando el cadáver fué arrastrado al río.

—Pero entiendo que todas las demás ropas fueron halladas en el cuarto. ¿Estaría el cadáver vestido solamente con un saco?


—No, señor; pero los hechos pueden ser contemplados desde otro punto de vista. Supongámonos que ese Boone haya arrojado á Neville Saint Clair por la ventana: no hay ser viviente que pueda haberlo visto. ¿Qué habrá hecho después? Por supuesto que lo primero que se le ocurriría sería deshacerse de las ropas que podían denunciarle.

Tomaría, pues, el saco, y en el momento de ir á lanzarlo hacia afuera, pensaria que éste sobrenadaría y no se hundiría. Pero el hombre tiene poco tiempo, pues ha oído el ruido de abajo, cuando la esposa trata de abrirse paso hacia arriba, y quizás su camarada el láscar le ha advertido que la policía viene precipitadamente por la calle. No hay un instante que perder. Se precipita á algún secreto escondrijo donde ha acumulado el fruto de su mendicidad, y mete cuantas monedas pueden empuñar sus manos, en los bolsillos, para estar seguro de que éste se hundirá.