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de Sherlock Holmes

los bolsillos. Sólo un hombre conocía mi secreto: el propietario de un fumadero del callejón Swandan cuyas habitaciones altas había alquilado yo y de donde salía todas las mañanas convertido en miserable mendigo y en las tardes transformado en un hombre de sociedad, correctamente vestido. Ese sujeto, un láscar, recibía un buen alquiler por sus cuartos, de manera que yo estaba seguro de que mi secreto sería bien guardado.

Muy pronto empezaron mis ahorros á aumentar considerablemente. No quiero decir que todos los mendigos de las calles de Londres pueden ganar setecientas libras al año, que es el término medio de lo que yo gano, pero yo tenía excepcionales ventajas en mi habilidad para pintarme, y también en mi facilidad para la réplica, cualidades ambas que mejoraron con la práctica é hicieron de mí una figura popular en la City.

Durante el día entero, una lluvia de peniques, matizado de monedas de plata, caía sobre mí, y era muy malo el día que ganaba menos de dos libras.

»A medida que me fui enriqueciendo fui volviéndome más ambicioso, tomé una casa en el campo, y llegó el día en que me casé, sin que nadie tuviera la sospecha de mi verdadera ocupación. Mi querida esposa sabía que yo tenía negocios en la City, pero no sabía cuáles eran esos negocios.

»El lunes, había terminado mi día y me vestia