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de Sherlock Holmes

Era un hombre corpulento, de hombros cuadrados, sólida cabeza y una cara ancha é inteligente que terminaba en una barba puntiagudade color castaño entrecano. Un ligero matiz rojo en su nariz y mejillas, y un leve temblor en la mano que tenía extendida, justificaban la suposición de Holmes en cuanto á su falta de sobriedad. Su raida levita negra estaba abotonada hasta la barba, con el cuello vuelto hacia arriba, y sus robustas muñecas asomaban por las mangas sin que se viera la menor señal de puños ó de camisa. Hablaba en voz baja y lenta, escogiendo las palabras con cuidado, y producía, en general, la impresión de un hombre de conocimientos y letrado, que ha sido maltratado por la mano de la fortuna.

—Hemos guardado aquí estas cosas durante algunos días,—dijo Holmes—porque esperábamos ver un aviso en los diarios, en que usted diera las señas de su casa. No me explico cómo no lo ha hecho usted.

Nuestro visitante se rió, pero su risa denotaba vergüenza más que otra cosa.

—Los chelines no son ahora tan abundantes en mi bolsillo como lo fueron en otros tiemposdijo. No tenía duda, además, de que la pandillade bribones que me asaltó se había llevado mi sombrero y el ganso, y no había de gastar más dinero en una inútil tentativa de recuperar mis perdidos bienes.

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