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de Sherlock Holmes

la sala no nos encuentre ya, ni encuentre la fotografía. Para su majestad el rey será una satisfacción el recuperarla con sus propias manos.

—¿Y á que hora piensa usted ir?

—A las ocho de la mañana. Todavía no se habrá levantado de la cama, de manera que todo el campo estará á nuestra disposición. Además, el tenemos que proceder con prontitud porque matrimonio de Irene Adler puede significar un completo cambio en su vida y costumbres. Tengo que telegrafiar al rey en seguida.

Habíamos llegado á la calle Baker, y en ese instante nos deteníamos delante de la puerta. Holmes se llevaba la mano al bolsillo para sacar la llave, cuando alguien que pasaba dijo:

—Buenas noches, señor Sherlock Holmes.

Varias eran las personas que pasaban por la acera en ese momento, pero el saludo parecía venir de un joven delgado, cubierto con un ulster, el cual se alejó precipitadamente.

—He oído esta voz antes de ahora—dijo Holmes, fijando la mirada en el lado de la mal alumbrada calle por donde había desaparecido el jovenzuelo, pero no sé quién diablos pueda ser.

III

Esa noche dormí en el departamento de la calle Baker, y Holmes y yo estábamos entregados á nuestro café con tostadas, cuando el rey de Bohemia entró de prisa en el cuarto.