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Aventuras

—¡Al contrario, querido señor!—exclamó el rey.—Ningún resultado podía ser mejor. Yo sé que la palabra empeñada por ella es inviolable. La fotografia me inquieta ahora tan poco como si hubiera sido quemada.

—Me alegro de oir á vuestra majestad decir eso.

—Yo debo á usted una inmensa gratitud. Le ruego me diga de qué manera puedo recompensarlo. Este anillo...

Se sacó del dedo un anillo en forma de serpiente con una esmeralda, y lo presentó á Holmes en la palma de la mano.

—Vuestra majestad tiene otra cosa que yo estimaría mucho más—dijo Holmes.

—No tiene usted más que designarla.

—Ese retrato.

El rey lo miró con asombro.

—¡El retrato de Irene!—exclamó.—Ciertamente si lo desea usted.

—Lo agradezco á vuestra majestad. Ahora, ya no hay nada más que hacer en el asunto. Tengo el honor de desear buenos días á vuestra majestad.

Saludó con una reverencia, y, volviéndose sin mirar la mano que el rey le extendía, salió conmigo, en dirección a su casa.

Y así fué como un gran escándalo amenazó turbar la paz del reino de Bohemia, y como los mejores planes del señor Sherlock Holmes fueron frustrados por la habilidad de una mujer.