Página:Azabache (1909).pdf/154

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 150 —

en el carruaje. Les costó trabajo ponerlo allí, pues temían que Jengibre no se estuviese quieta, y no había quien la sujetase, pero ella, que comprendió tan bien como yo lo que sucedía, se estuvo inmóvil como una piedra, cosa que me sorprendió, pues tenía el defecto de ser muy impaciente cuando estaba parada. Nicolás salió andando muy despacio con su triste carga, y Guillermo vino á reconocer mi casco otra vez; sacó su pañuelo, lo lió fuertemente á él, y de este modo emprendimos el camino para casa.

Nunca olvidaré aquel trayecto, que era de más de tres millas. Guillermo me conducía con el mayor cuidado, y yo, cojeando, y con la mayor dificultad, pues los dolores que sentía eran intensos, caminé, animado por sus halagos y palabras de cariño, con que me demostraba lo que lo afligían mis sufrimientos.

- Llegué por fin á mi pesebre, donde comí un poco de maíz. El mismo Guillermo me envolvió las rodillas en unos paños húmedos, me puso en el casco una cataplasma de salvado para llamar afuera el calor y conservarlo limpio, mientras venía el veterinario por la mañana, y con eso me acosté sobre la paja, logrando conciliar el sueño, á pesar de los dolores.

Al día siguiente, el veterinario, después de