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Nada-contestó Perico.

-Eso no puede ser-contestaron ellos.

-Vamos á cuentas, señores; el caballero me alargó dos duros extra, que yo no quise aceptar, porque me bastaba la satisfacción de verlo tan contento por haber alcanzado el tren; y si Juanillo y yo nos movemos ligeros cuando lo tenemos por conveniente, es asunto de él y mío, que no interesa á ustedes.

-A ese paso, nunca serás rico-dijo uno.

-Pero soy feliz, y tengo bastante.

Otra mañana, cuando Perico me estaba enganchando, entró un caballero en el patio.

-Para servir á usted-dijo mi amo al verlo.

-Buenos días, Segovia-contestó aquél.-He venido á ver si nos convenimos para que lleve usted á mi señora todos los domingos á la iglesia, que está algo distante, no pudiendo por lo tanto ir á pie.

-Muchas gracias, señor-contestó Perico ;pero mi licencia es sólo para los días de entre semana, y no me es posible complacerlo.

-Eso no es inconveniente-replicó el otro ;pues puede usted sacarla para los domingos, y yo haré de modo que no se perjudique. Mi señora lo prefiere á usted á cualquier otro cochero.

-Mucho gusto tendría en complacerlo, caballero; pero una vez tuve licencia para los siete