Página:Cantico de Navidad.djvu/102

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con un vigor extraordinario; Miss Belinda azucaró la salsa de manzanas; Marta limpió los platos; Bob hizo sentar á Tiny en uno de los ángulos de la mesa y los Cratchit más pequeños colocaron sillas para todo el mundo, sin olvidarse, por supuesto, de sí mismos, y una vez preparados, se metieron las cucharas en la boca, para no caer en la tentacion de pedir del pato antes de que les correspondiera el turno. Por fin llegó el momento de poner los platos, y rezada la bendicion, que fué seguida de un silencio general, Mrs. Cratchit, recorriendo cuidadosamente con la vista la hoja del cuchillo de trinchar, se preparó á hundirlo en el cuerpo del pato. Apenas lo hubo hecho; apenas se escapó el relleno por la abertura, un murmullo de satisfaccion se levantó por todas partes, y hasta el mismo Tiny, excitado por sus hermanos más pequeños, golpeó con el mango de su cuchillo la mesa y gritó: hurra.

—Nunca, dijo Bob, se habia visto un pato igual. Su sabor, su gordura, su bajo precio, lo tierno que estaba, fueron el texto comentado de la admiracion universal: con la salsa de manzanas y el puré de patatas hubo bastante para la comida de todos ellos. Mrs. Cratchit notando un pequeño resto de hueso, dijo que no se habian podido comer todo el pato: la familia entera estaba satisfecha, particularmete los pequeños Cratchit ambos