Página:Carlo Lanza - Eduardo Gutierrez.pdf/181

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
— 181 —

Yo, sin necesidad de esta recomendacion queria mucho á la dama, porqué ella me obsequiaba siempre y me prodigaba sus cariños.

Conocida la tacañeria de mi padre, todos se admiraban de verlo gastar de aquella manera; pues como la dama aquella pasaba por fundida, atribuian á él todos sus gastos.

Solo á mí me decia, y esto sin duda para que no le tuviera mala voluntad, que él administraba los bienes de aquella señora, en secreto, para que sus acreedores no la ejecutaran, y yo sabia por los apuntes de los libros que aquello era cierto y que mi padre al decírmelo no me engañaba.

Sucedió lo que era natural que sucediera, visto la edad de la señora.

Un dia vino muy apurada la sirvienta de su confianza y dijo á mi padre que fuera inmediatamente, que á su señora le habia dado un ataque terrible y que le rogaba fuera lo mas pronto posible.

Mi padre cerró la casa en seguida y se trasladó conmigo á lo de su amante.

Esta se hallaba en cama, gravemente enferma, muy pálida y desencajada.

Apénas nos vió entrar, estiró á mi padre sus brazos aristocráticos y le dijo:

—Yo estoy muy mala, Luis de mi alma, y me voy á morir.

—No tengas cuidado, que no ha de ser nada, respondió mi padre conmovido como nunca lo habia visto.

He cerrado mi casa y te traigo á Luisa para que te cuide, porqué nadie lo ha de hacer con mas cariño.

Entretanto yo me voy á buscar médicos para que te vean y te curen pronto.

—Muchas gracias, Luis, respondió la dama, mas tranquila y con acento de profundo cariño; cada dia que pasa tengo un nuevo motivo de bendecir aquel en que el destino te deparó á mi paso.

—Déjate de estas cosas y ahí te queda Luisa, respondió mi padre; yo me voy ya para no perder tiempo.

Yo me quedé allí efectivamente, compadecida del estado alarmante de la señora y tratando de distraerla como me era posible.

Mi padre salió apresuradamente y al poco tiempo volvió con dos médicos, los médicos mas notables de Génova.

Estos la examináron detenidamente, diciendo que no era nada de gravedad; recetáron y se fuéron.

Pero como volvieran á la tarde y mi padre andara como aturdido y pálido, yo me sospeché al momento que habia algo muy grave.

Toda aquella noche la pasamos con mi padre al lado de su cama, velándola y atendiéndola con cariñosa solicitud, que la pobre no se cansaba de agradecernos de todos modos.

Al otro dia estaba notablemente peor.

Tenia una fatiga inmensa y en sus ojos habia una expresion de profundo desaliento.