— 103 —
llan todos: estáticos, cobardes, hipócritas, flo- jos.
Pero sí, griten, grite usted por ellos, grite fuerte, que también yo lo grito:
Por amor, por desesperada soledad, por hambre.
Diga también que no tengo vergiienza. Ver- g*enza... lindo dije para colgarlo como un abalorio, a la vista del público.
Dígalo usted, precisamente, que encontró firme mi hombro para apuntalar.su afloja- miento y su derrota. 7
Dígalo usted fuerte, pero calle cómo ha vis- to rodar mi lágrima oscura, por su fracaso, por el mío, por el de tantos.
Diga eso y lo otro y aquello. Pero grite fuerte, porque yo también lo grito:
Por amor, por desgarrada soledad, por hambre.
Todo es más árido, más duro y más difícil. Pero de tanta derrota al parecer inútil, hay una verdad que se afirma: Mi corazón no se rinde.
Con manotones de náufrago, desesperados, así he pasado de una corriente a otra, asién-