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dome al frente de la clase para cuidar a los otros, lo hace con especulación, así se libra del desorden que haría la más revoltosa. Pe- ro yo tampoco creo en eso, mi maestra lo hace así porque es muy buena, pero muy buena. A fin de año le voy a hacer un her- moso regalo, ya tengo en la alcancía un peso cuarenta y cinco, ahora no se lo hago por- que todos dirían que la agasajo para que me prefiera. Pero a fin de año es otra cosa, yo ya saldré de este colegio para la comple- mentaria y nadie creerá que quiero comprar su simpatía. Le voy a regalar un abanico lindísimo, todo de encaje, y en las vacaciones la iré a visitar a su casa. ¡Áy, si me dijera que me quedase a vivir allí, me gustaría tanto! si vamos al caso ella es más buena que mamá, nunca me pega, y ayer todavía, cuando estábamos en el recreo, me sonrió dulcemente y me dijo: — ¿Has hecho tu so- lita la composición Susana? — Si señorita, yo sola. Entonces me tomó la cara entre sus manos, me acarició el rostro y me tuvo un ratito a su lado rodeándome el cuello con su brazo. La quise yo tanto en ese instante que hubiera llorado en su regazo largamente. Pa- Ta que no viera mis lágrimas, que ya que- rían salírseme a los ojos, me aparté corrien-
