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—¡Baja en una estación intermedia ?
—Sí. Forencio Varela.
—Descendemos juntos entonces. Ya ve, una coincidencia de destinos.
La frase quedó como. dibujada en el aire, sugerente y romántica.
Veintiún años.
¡Qué fino el rostro, que dulces los ojos!
—¿(Te quiero, sabes?
—¿Así, tan pronto?
—Sí, así, te quiero, te quiero.
La ciudad acerada y delirante los acogió en sus brazos, de regreso.
Un día, otros, muchos más. Calles, plazas, andenes, puertos.
Pero el amor tiene urgencias vitales.
—¿Esta noche?
—Sí, esta noche.
No hay para mí, en el recuerdo, nada tan sórdido como aquella casa de citas.
Y pensar que fué una ilusión quien me lle- vó hasta allí sobre sus alas. Estas ironías se gasta la vida. Nunca, hasta entonces, el amor mercenario lo había intentado. Hubie- ra deseado retroceder, hubiera dicho a gri- tos mi repugnancia, pero callé. Sus ojos me miraban con ternura y sus manos acaricia- ban las mías dulcemente.
