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Tan fácil la vida, tan blanda, tan entre mis manos su dicha.
Pero él no quiere quererme, no quiere que- Terme.
¿Adónde ir otra vez que no tropiece siem- pre con los pedazos de mi rota esperanza? ¿Cómo decirle a este cielo que no es el de an- tes? ¿A esa evocante música que cese? ¿A es- tas tardes de invierno que me deprimen? ¿A este mundo insensible que me destroza ?
El no quiere quererme, no quiere quererme.
Basta ya de guerrillas de amor. Pedía des- canso y nada más sobre los laureles de la con- quista.
¿Adónde iré, adónde voy, hacia dónde me empujan otra vez, tumbada por un golpe y otro, rodando en la furia del viento?
Pido más fuerzas para vencer mi angustia. Pido aumentar, centuplicar mis fuerzas. Me aterra el vacío de la vida. Buscaba no más que un hombro para afirmar mi cuerpo. Pero él no quiere quererme, no quiere quererme.
Para ahorrar los gastos de fin de mes, no he tomado pensión completa. Alquilo un cuar- to amueblado. Cincuenta pesos incluído el des- ayuno y el te de las cinco. Mi único alimento,
