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IX
PREFACIO

Nadie ignora que un horticultor sabe sacar de un solo tipo de manzano, manzanas de diversas variedades; que el que se dedica á la cria de caballos, de un solo tipo obtiene diferentes razas; mas ¿cómo se llega á conseguir divergencias tan extraordinarias, en formas incontestablemente derivadas de una forma única? Supongamos que un jardinero desea tener una variedad encarnada de una planta cuya flor sea por lo común blanca, y un tanto encarnada algunas veces; para esto escogerá con el mayor cuidado, entre los individuos salidos de la misma semilla, aquellos que posean un tinte rojo más marcado, y su semilla será la única que sembrará para obtener nuevos individuos de esta variedad. Desechará las semillas que den flor blanca, y sólo cultivará las plantas cuya flor sea de un rojo más vivo, sembrando únicamente las simientes que recoja de estas plantas elegidas. Entre las que nazcan de estas semillas, volverá á escoger las que ostenten un matiz rojo más vivo, y de esta segunda generacion resultarán ya pocas flores en que aún aparezca el primitivo color blanco. Si prosigue eligiendo de este modo durante una série de seis á diez generaciones, obtendrá al fin una planta, cuya flor será del color que se habia propuesto.

A los mismos procedimientos recurre el agricultor que quiere producir una raza animal particular, por ejemplo, un tipo de oveja notable por la finura de la lana. Para lograrlo escoge cuidadosa y perseverantemente, entre todo el rebaño, los ejemplares que tienen el vellon más fino, destinándolos única y exclusivamente para la reproduccion, y aun entre los productos de estas ovejas elegidas, se escogen sólo los que más se distinguen por la cualidad deseada. Continuando constantemente el ejercicio de esta eleccion