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Poco tiempo permaneció en Europa; á su regreso á América fijó su residencia en Chile.

Gutiérrez, como casi todos los hombres de su generación, se vió obligado a emplear los mejores años de su vida en trabajar para vivir, invirtiendo gran parte de su tiempo en ocupaciones que, aunque intelectuales, no dejan el ánimo libre para ningún trabajo extenso de literatura: así es como recién durante su estadía en Chile, se le presentó oportunidad de sacar provecho de sus estudios soore las letras y la sociabilidad americana; de tal índole son sus Comentarios de las obras completas de J. J. Olmedo y del Arauco domado de Pedro de Oña, con un examen del libro y un estudio sobre la época del último autor, y sobre todo la colección de poesías que reunió con el título de América poética.

En 1851 pasó al Perú, donde publicó un notable juicio sobre Juan de Caviedes, poeta satírico del siglo XVII. También es de esta misma fecha su himno mundano titulado A una mujer.

De vuelta a Chile, tuvo conocimiento de la caida de Rosas, poniéndose enseguida en camino para Buenos Aires. Apenas llegado tuvo lugar la elección de diputados; y Gutiérrez fué nombrado entre estos, como representante de la ciudad, cargo que no llegó á desempeñar por haber aceptado, esos mismos días, el ministerio del interior que le ofreció el gobernador López.

A fines de 1852 la provincia de Entre Ríos lo eligió para representarla en el Congreso Constituyente. Durante algún tiempo residió en ella, siguiendo siempre el bien de su patria desde las columnas de «El Nacional Argentino», fundado por él, y al que sucedió «El Boletín Oficial».

En 1856 publicó, en el Paraná, dos folletos titulados La Constitución de Mayo, en que explica con sencillez el alcance de sus miras y una Biografía de don Bernardino Rivadavia.

Son dignos de señalarse los trabajos que publicó en la «Biblioteca Americana» con el título de Pensamientos, máximas y sentencias de escritores, oradores y estadistas argentinos, escribiendo también la biografía de muchos de ellos. Estos trabajos tuvieron gran éxito, no sólo por la reputación de su autor, sino también por la importancia de la obra.

En Abril de 1861 fué nombrado rector de la universidad, cargo que conservó muchos años, con dignidad y lucimiento.

El capitán de Patricios, publicado en 1864, es un idilio con lágrimas, sus personajes tienen por teatro las inmediaciones de Buenos Aires. Al año siguiente, dió á luz un libro