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En época no lejana, cuando el partido nacional, dueño de la mayoría, ofrecía espontáneamente participación en el gobierno á hombres distinguidos de otros partidos, ó cuando daba su voto para llevarlos al gobierno de una provincia sin poner precio á su concurso y sin aspirará más puestos que los que pudiera adquirir con su voto en los comicios, ¿quién no recuerda los rugidos de indignación que tal conducta provocó en las filas principistas y las frases airadas que condenaron esas componendas y contubernios?
¿Donde están hoy esas indignaciones?