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CRÓNICAS
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Oeste de la boca del puerto [1]. No fué mi intención que el Montgomery y el Detroit, siendo buques sin protección, tomasen parte en el fuego; pero por un error, probablemente mío, porque no lo expresé claramente en las instrucciones al Detroit, este buque permaneció por hora y media en el punto donde debía haber girado para continuar su curso hacia el Este. Se intentó llamarlo por señales, pero esto fué imposible a causa del humo que lo ocultaba. Todo ese tiempo estuvo completamente expuesto a un nutrido fuego, a corta distancia (1.500 yardas), y yo creí verlo más tarde hecho pedazos, o por lo menos desarbolado; pero la precisión y firmeza con que mantenía su fuego me convencieron que lo estaba haciendo bien. Cuando le pedí

Batería alta del Morro, que mandó, durante el bombardeo, el capitán D. Ramón Acha.

por señales que reportase sus novedades, fuí agradablemente sorprendido al recibir la siguiente respuesta: Ninguna. ¡Ni una sola avería!

Los buques hicieron tres circuitos disparando contra las baterías de la costa. A las ocho menos cuarto cesó el bombardeo, y tres minutos más tarde hice la señal para formar en columna, con proa al Nordeste. Este fué, probablemente, el más fuerte bombardeo de toda la campaña.

Nuestras bajas fueron un muerto y cuatro heridos a bordo del Nueva York, y tres heridos en el Iowa; todos los demás buques escaparon sin averías ni bajas. Si el hombre que murió hubiese obedecido mis órdenes, probablemente hubiese escapado, así como los heridos. Mis órdenes fueron que toda la gente que no estuviese sirviendo los cañones debería permanecer bajo cubierta, a cubierto del fuego; eran tan grandes su impaciencia y curiosidad para observar lo que pasaba, que aun cuando ellos no tomaban parte en el combate, frecuentemente se les vió en los parajes más expuestos.

Respecto a la acusación de que yo bombardeé a los no combatientes de San Juan, debo contestar que ni una sola vez nuestros cañones fueron dirigidos hacia la ciudad y que todo daño que ésta sufriera fué incidental. Sin embargo, aunque las modernas prácticas de la guerra requieren previo aviso a los no combatientes, esto se refiere únicamente a ciudades no defendidas y no donde tales defensas estén

  1. Hacía más de sesenta años que este fuerte, el Cañuelo, no tenía montado un solo cañón ni tampoco guarnición alguna.—N. del A.