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CRÓNICAS
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casa, se llenó de cartuchos los bolsillos y, volviendo a montar a caballo, regresó a la finca de donde procedía para recoger allí otras armas, marchando después solo, por sendas extraviadas, a Aibonito, donde se presentó, al cabo de tres días de ince- sante caminar, y se distinguió por su buen espíritu. Aunque ninguno de estos individuos realizase actos heroicos, el haberse señalado en el cumplimiento de los deberes del patriotismo o de su Instituto, allí donde la mayoría fueron infieles a ellos, bien merece que se consignen aquí sus nombres y su conducta, para conocimiento y estímulo de los españoles amantes de su patria.

Años después, y al conocerse las vergüenzas de Manila y de Santiago de Cuba, aquellos apasionados escritores, que tan mal trataron antes a los Voluntarios de Puerto Rico, amainaron en sus críticas y rectificaron sus juicios. Y hasta alguno de ellos que, a raíz de la firma del Tratado de paz, escribiera un desatentado artículo proponiendo que se retirase a dichos voluntarios la condición de españoles, anduvo, más tarde, por tierras de América, y tal vez por esta isla, meneando suavemente las cuerdas de su lira para que los-¡siempre cándidos!-voluntarios del 1898 y sus hi- jos y sus amigos engordasen, con relucientes dólares, su escuálida bolsa.