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CRÓNICAS
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La ciudad comercial no se sentía y sólo palpitaba la muchedumbre con un solo cora- zón, lleno de esa infinita gravedad que inspiran los grandes pensamientos. Ponce ha cumplido una vez más con su deber. No se trataba de honores efímeros, que son como flores de un día, cuyo perfume dura lo que el día dura, sino de honores póstumos, de carácter histórico y glorioso. El heroísmo, la belleza y el talento forman el alma compleja de la historia humana. Ella lo llena todo con sus llamaradas y con su dolor. Porque esta alma es la fuente maravillosa de la naturaleza, y en ella abrevan el carácter, el arte, la ciencia, con una armonía admirable y para una finalidad suprema de progreso moral y material. En el heroísmo respetamos los principios natos del carácter; en la belleza, la diviniza- ción del y en el talento, todas las manifestaciones del pensamiento que rea la eterna ciencia de la vida. Es digno, pues, de aplausos y de alabanza el acto que se ha celebrado, porque, además de su patriotismo, nos habla de justicia. ¿Qué menos puede hacerse en me- moria de los que mueren como aquel honrado militar, fuera de su patria, honrán- dola y defendiéndola? Cada vez que un hombre de esos cae, vencedor o vencido, en las cimas de la representación o en la planicie del combate, cubierto de laureles o cubierto de sangre, la Humanidad está obligada a levantar sus cenizas y su nombre, como el sacerdote alza en sus ceremonias rituales la hostia que consagra el divino misterio y las extrañas fórmulas religiosas. La leyenda de Cristo es la leyenda del deber humano. Cuando se honra aquel sacrificio; cuando se tributan a aquel visionario de la fraternidad y la libertad los honores de un dios; cuando su efigie se venera en templos y hogares, es porque su personalidad sugestiva atrae todos los respetos y todas las admiraciones. Hombre, tuvo el heroísmo, la belleza física y moral, y el pensamiento creador. Su heroísmo tenía la majestad ancestral del tipo elegido de la especie que domina desde los días brumosos de su concepción, y sigue fecundando en distintas formas la enorme y sen- sible matriz de la vida. Y como él, y siguiendo sus huellas y aceptando su ejemplo de abnegación, pasan por esa vida, con sus nobles energías y sus eminentes virtudes, los que luchan en la tierra por sus hermanos y siembran a su paso las semillas de su amor y su justicia. Cristo de su deber, de su eterno deber, el hombre bueno y fuerte, sabio o guerrero, artista o industrial, marcha a su destino sirviendo a sus semejantes y cumple su misión como puede, sin pensar dónde ha de caer para morir o dónde ha de morir para inmortalizarse. Y lo mismo en el seno ignorado de la selva explo- rada en beneficio de la ciencia, que en el campo fragoroso de la lucha por su dere- cho, las cenizas del sabio, del héroe, del artista, del filántropo, son como el polvo de oro que revela un sacrificio glorioso que la Humanidad no puede ni debe olvidar...... ¡Infame Humanidad, si ella violara su propia grandeza con el ingrato olvido o con el desdén inmisericordioso.....! Debemos estar satisfechos, en este día, de poder agregar a la historia de Ponce la fecha 21 de mayo de 1915, efemérides importante para España y Puerto Rico, que después de diez y siete años de silencio se dan un abrazo de amor sobre las yertas cenizas del patriota y del valiente. Félix MATOS BERNIER.