Página:Cuentos (Ángel de Estrada).djvu/137

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
Arturo Trailles — 127

dos brillos; el uno suave, el otro amenazante; pues aunque en el fondo de su alma Cristo vivía, en las sendas se le había alejado. Y pensó enternecido en la visión de un niño, sonriente en la paja de un establo, que las madres quieren á toda costa hacer camarada de sus hijos, como si debiera crecer con ellos para ser el amigo de todo tiempo. Pensó en el Jesús de las predicaciones; en el que llevaba un lampo luminoso en la barba nazarena, y decía la buena nueva á orillas del Tiberiades, al pie de la montaña, haciendo que el cielo se curvara con amor sobre la temperatura suave de Galilea. Pensó en el Jesús escarnecido, ensangrentado por la corona, en que cada mano de hombre ponía la espina de su culpa.... Ah! la unión del mundo con lo alto: el rocío inagotable de la suprema idealidad que conforta!...

Recordó todas las crucifixiones del santo nombre. Evocó el cuadro de las sociedades que hoy llevan en las entrañas cóleras disolventes, y el miedo de los que tiemblan ante su estado y las ansias de los que viven en amargo hastío, y el lamento de los tristes, y á todos, aunque no por amor divino, golpeando con febriles puños en el sepulcro de Cristo. Y él mismo: ¿no había olvidado de la oración, esas fórmulas sencillas que tienen el perfume de la bienaventuranza?