Página:Cuentos - Eduarda Mansilla de Garcia.pdf/10

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

No puedo sin embargo dejar de reconocer que la compañía de Camilo, era de vez en cuando un gran consuelo para la descontenta jaulita; sobre todo cuando al acercarse la noche, las sombras se alargaban en el oscuro almacen, escaseaban los marchantes y se volvían mas negras y ceñudas una multitud de pesadas planchas de hierro, que permanecían siempre inmóviles frente á la jaulita, en compañia de un feísimo brasero, irritante por la severidad de su corte.

No hay plazo que no llegue; y para la jaulita cautiva, llegó el tan deseado dia de la libertad.

Cierta tarde entró en el almacen una dama, conduciendo por la mano á una preciosa chiquilla. Y poco despues oyó la impaciente jaulita estas palabras mágicas. «Tiene Vd. una jaulita muy bonita para un canario cantor?»

Aquella voz infantil, aquella pregunta y sobretodo el canario cantor, hubieron de trastornar la cabeza de la jaulita. ¡Fué un encantamiento! Se acercó una manecita blanca, una cabecita

4