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CUENTOS

humana. Eran los fogones de Nonogasta, y al fin el pobre Mauricio podría reposar su cuerpo bajo el techo paterno... Las luces se aproximaban, corrían á encontrarlos en el camino y por instantes se perdían... El animal, extenuado de fatiga, debilitada la vista por el hambre y la sed, siguió á ciegas aquellos fuegos movibles y engañosos y entró detrás de ellos por el desencajado portón del cementerio, yendo á detenerse enfrente de una de las sepulturas humildísimas que allí se levantan con majestad de monumentos por el amor que encierran.

Mauricio sintió la repentina detención, abrió desmesurados ojos y creyéndose delante de su casa, bajó con perezoso esfuerzo, y extendiendo al lado de la tumba su manta de viaje se quedó sobre ella profundamente dormido, con el peso de tres días de embriaguez, de ayuno y de constantes y ahogados sufrimientos.

Era la media noche negra y pavoro-