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Cuentos Clásicos del Norte
falmente de reojo, a mi parecer. Al fin hizo observar que todo aquello estaba muy bien, pero que, sin embargo, él juzgaba la historia un poquillo extravagante; uno o dos puntos quedaban todavía por dilucidar.
—Palabra, señor,—replicó el narrador,—en cuanto a eso, yo no creo ni siquiera la mitad.
D. K.