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Rip Van winkle

cabellos ásperos y enmarañados. Vestía a la antigua usanza holandesa: coleto de paño recogido a la cintura y varios pares de calzones, el de encima muy ancho y adornado de hileras de botones a los costados y borlas en las rodillas. Llevaba al hombro un barril que parecía lleno de licor y hacia señas a Rip para que se acercara y le ayudase a llevar su carga. A pesar de sentirse tímido y desconfiado con respecto de su nuevo conocido, obedeció Rip a su celo acostumbrado; y sosteniéndose mutuamente treparon ambos por una estrecha garganta que parecía el lecho desecado de algún torrente. Mientras subían, oía Rip de vez en cuando ruidos que retumbaban en ondulaciones como truenos lejanos y que parecían brotar de una profunda hondonada, o hendedura mejor dicho, entre inmensas rocas hacia las cuales conducía el áspero sendero que seguían. Detúvose Rip por un momento; mas prosiguió luego su camino imaginando que el rumor provendría de alguna de aquellas pasajeras tempestades de lluvia y truenos que a menudo estallan en la altura. Introduciéndose por la hendedura llegaron a una cavidad semejante a un pequeño anfiteatro rodeado de precipicios perpendiculares, sobre cuyas orillas tendían grandes árboles sus ramas colgantes, de manera que sólo podía vislumbrarse a trozos el cielo azul y las brillantes nubes de la tarde. Rip y su compañero, habían marchado en silencio durante todo el trayecto, pues aun cuando el primero se maravillaba grandemente al conjeturar el objeto de acarrear un barril de licor en aquellas montañas agrestes,