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Segundo Huarpe

sillón de paralítico, al que le condenara un grave ataque apoplético.

Refirió Rodrigo a su patrón el viaje con sus peripecias y andanzas. Díjole que había presentado sus cartas de recomendación, pero que todo fué inútil. Se le dijo invariablemente que volviera, que esperara..y el tiempo pasó. El creía que su defecto físico fué el motivo principal de su falta de suerte. Concluyó por arrepentirse de haber dejado la casa donde tantos años sirviera y por pedir a Guzmán le ocupara nuevamente.

Pensó el paralítico unos instantes, y dijo a Rodrigo que lo hablaría con Fernanda (su mujer); que permaneciera en la fonda hasta que él le llamara.

Era Guzmán un hombre manso y de buen sentido. El comprendió que no era posible desoír la súplica de un criado que había servido veinte años en su casa. Pensaba que un viejo servidor llega a ser como un depositario de secretos de familia a quien es preciso considerar. Tuvo presente los graves disgustos habidos en su hogar y recordó emocionado que Rodrigo fué testigo mudo de ellos.

Llamó a su mujer y la puso en conocimiento de lo que pasaba. Rodrigo había vuelto de Buenos Aires. Nada había conseguido y pedía se le tomara en las condiciones de antes. Doña Fernanda le sacó al Diablo para ponerle al pobre manco. Todo menos verle otra vez en casa. Una vez fuera, fuera estaría... Los hijos de Guzmán opinaron como su madre: "estaban ahítos del manco".

El paralítico oyó a su mujer y nada repuso. Pero cuando sus hijos manifestaron sus desconsideradas razones, les miró de tal guisa que les hizo bajar la vista.

Llamó el anciano a Rodrigo y le manifestó que no