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Segundo Huarpe

cia pública hízose cargo de ella. No comía; sólo pensaba en su desamparo, y exclamaba en sus sollozos: "Los tres!... los tres!...

Salió al fin del hospital con un poco de consuelo y dióse a pedir limosna. Qué más había de hacer... Poníase a la puerta de las iglesias, y allí, canosa, envejecida, la pobre modista pedía invariablemente "tres centavos, para comer... Las gentes reparaban que la pordiosera pedía siempre "tres" centavos, y decíanla: "Pero, mujer, pida V. dos, cinco, diez centavos, pero no pida "tres", que no se ajusta a la moneda." Pero la "vieja de la iglesia" siempre decía: "Tres" centavos por favor!...

Tumbóla un día un coche y fué llevada a un asilo de mendigos. Repuesta de las magulladuras, no se le permitió salir a la calle y allí quedó.

La hermana Cándida, encargada del refectorio, tomó simpatía a la modista y ocupábala en algunos quehacercillos que eran retribuídos con golosinas, estampas de santos u oraciones. Una sola cosa molestaba a la virtuosa religiosa en la modista, y era que cuando la decía: "Juana, ponga usted cuatro tazas en la mesa", la modista ponía sólo "tres". Cuando le mandaba llevar "dos" utensilios de una parte a otra, la modista llevaba "tres".

Un día dijo la hermana a la asilada: "Pero, Juana, nunca hace Vd. lo que se le dice: siempre trae "tres" cuando se le dice "dos", y lleva "tres" cuando se le ordena "uno".

—Hermana, qué quiere Vd.... pienso siempre en "los tres"...

La hermana creyó conveniente no insistir.

La pobre mujer decaía de día en día, hasta que una