Página:Cuentos de hadas.djvu/57

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harina floreada y huevos y manteca, todo muy fresco, empezó á amasar la tan deseada torta. Estando en esta ocupacion, con descuido ó con cuidado se le cayó de un dedo una sortija, que quedó envuelta entre la masa. Rebozándose en seguida con su horrible pellejo de asno, entregó la torta al enviado de palacio, á quien preguntó por la salud del príncipe; pero el encopetado señor, sin dignarse contestar una sola palabra, se fué corriendo á presentar á su amo la torta.

El príncipe arrebató la torta de las manos del que la traia, y comenzó á engullir con tan buen apetito, que los doctores que estaban presentes, no dejaron de observar que un hambre tan desmedida era un síntoma funesto. Efectivamente, en un trís estuvo que no se ahogase el príncipe con la sortija escondida dentro de uno de los pedazos de torta; pero con mucho tiento se la sacó de la boca, y su afan por comer se calmó algun tanto, embebecido como se quedó contemplando una finísima esmeralda montada en un anillo de oro, de tan escaso diámetro, que necesariamente debia pertenecer al más lindo y chiquirritilo dedo del mundo. Besó la sortija mil y mil veces, y la puso debajo de la almohada, de donde á hurtadillas la sacaba para mirarla y besucarla mil veces más.

No es decible lo que aquel magin caviló buscando un medio de poder ver á la dama cuya era la sortija. Convencido de que sería en balde pedir que trajesen á palacio á Pellejo de asno que habia hecho la tan deseada torta, porque no habian de consentírselo; no atreviéndose á hablar de la hermosa deidad que por el ojo de la