Página:Cuentos de hadas.djvu/84

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bien se apercibieron los cortesanos de que el amor del rey á la reina se habia enfriado, empezaron á descararse con ella y á faltarle al respeto. La pobre Blanca no tardó mucho en sentir todo el rigor de su mala estrella. Conoció que en la córte era moneda corriente vender á los amigos por el interés, poner cara de pascua á los enemigos, y mentir á trochemoche.

Tenia que estar siempre muy séria y muy estirada, porque, segun decian, convenia á la majestad real un continente grave y severo.

Tuvo hijos, y en todo el tiempo que estaba en cinta, nunca se apartaba de su lado un médico encargado de examinar la comida, y que precisamente le vedaba comer de todo lo que más le apetecia.

Dábanle el caldo sin sal, y no le permitian pasear cuando más ganas tenia de paseo; en una palabra, desde que se levantaba hasta que se acostaba se veia contrariada da en todos sus gustos. Dieron á sus hijos ayos que los educaran, y á pesar de conocer que les educaban mal, no tenia mas remedio que aguantarse y callar. La pobre Blanca, consumida de pena, se quedó tan delgada y macilenta, que á todo el mundo daba lástima.

En los tres años que llevaba de reina no habia tenido el gusto de ver á su hermana; pero al sentirse presa de la más negra melancolía, determinó pasar una temporada en el campo para distraerse.

Pidió permiso al rey, que por cierto no hizo un gran sacrificio en otorgárselo, pues le venía de perlas el librarse por algun tiempo de la pejiguera de la mujer.

A la caida de la tarde llegó Blanca á la granja de