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CUENTOS DE LA SELVA

comiéndolos, y haciendo saltar el agua de contento.

En poco tiempo las rayas, que tienen muchos hijos, volvieron a ser tan numerosas como antes. El hombre se curó, y quedó tan agradecido a las rayas que le habían salvado la vida, que se fué a vivir a la isla. Y allí, en las noches de verano, le gustaba tenderse en la playa y fumar a la luz de la luna, mientras las rayas, hablando despacito se lo mostraban a los pescados que no lo conocían, contáudoles la gran batalla que, aliadas con ese hombre, habían tenido una vez contra los tigres.