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Diré algo de la noche, que eriza los nervios de los desocupados. A la noche se la espera como a una visita inevitable a la que hay que hacer inclinaciones de cortesía, la que no nos dice nada, la que nos hace bostezar disimuladamente, la que es el broche de una jornada hastiante.

En efecto, la noche es vacía tras un día vacío. Como la noche se hizo para mirar las ventanas de las casas, cuando ya se ha hecho esto durante el día es de la más completa inutilidad. Obligado descanso tras él descanso.

Nueva pesadilla de lugares, nos amenaza y estaremos obligados a sufrir su representación ante nuestros ojos.

El Teniente, manos en los bolsillos, hacía tiempo hasta la hora impuesta de "no tener qué hacer".