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FIALHBO D'ALMEÍDA

disfraza con el señuelo de ayudantía de trabajo de laboratorio... Es menester oirle a él miémo su calvarip cuando narra las cuitas que cuesta ganar ¿el amar- go pan del salario: tdo de theringa elle e que o nosso povo diz que o diabo o amassou, dice comentando esta época de la vida de Fialho un biógrafo suyo, el 5r. Lopes d Oliveira.

Oidle al mismo Fialho narrar, en la autobiografía inserta en el volumen A ESQUINA (IQIO), su etapa farmacéutica en aquellos años de adolescencia, cuan- do la sensibilid:d está en carne viva y se sienten más acerbas las heridas que nos infiere el mundo...

«Y allá voy a pudrirme siete años en una botica, una botica que era la proyección agravada de la existeacia del colegio, con una clausura más rigu- rosa, una fatiga física más fuerte y considerables empeoramientos de trato y de convivencia, de los cuales aún hoy no me puedo acordar sin crujir los dientes de despecho... Durante siete años de em- plastos y de píldoras, nadie puede imaginarse los tormentos que sufrí... Me daban tres horas, los domingos, para oxigenarme los pulmones, cansados de respirar hedores de drogas y hierbas podridas; mi alimentación era una bazofia que sobraba de la comida de la familia del patrón y que apenas podré comparar, como nutrición y aspecto, a los peores ranchos, que los soldados distribuyen en los cuar- teles a la pobretería... Dormía en un cuchitril de seis palmos de ancho por veinte de largo y diez de altura; en un jergén metido en una especie de ga- veta que cada mañana volvía a introducirse en la

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