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DE MADRID A NAPOLES


—Primera farsa!

Pero hablemos seriamente.

Empiezo por participaros que al entrar en el Puerto de Marsella, pasé por debajo del Castillo de If, antigua y moderna Prisión de Estado, cuya gran celebridad data de la novela El Conde de Montecristo en que tanto figura , sin que esto sea decir que antes no fuera ya célebre en la historia política y militar de Francia. Pero—yo 'no lo oculto— para mí, como para la generalidad de los humanos que leen, aquel Islote batido por las olas y coronado de torres de la edad media , es solamente famoso por ser teatro imaginario de la mas fantástica de las invenciones del genio de Dumas. Asi es que, al verlo, no puede uno menos de estrañar que exista realmente; si ya no es que crea que del mismo modo han existido Dantés, Mercedes y Fernando, y busque la casita de los pescadores en el Barrio de los Catalanes , ó espere encontrar á los sucesores de la Casa Morrel recibiendo ó despachando buques en el Muelle.

¡Oh poder del genio! (pensaba yo á este propósito) ¡Tú creas como Dios; y lo que imaginas y vivificas con tu fuego, tiene al fin la misma existencia que lo que realmente ha vivido!

Y si no, ¿queréis decirme qué diferencia hay hoy entre el Edmundo Dantés que, según Dumas, vivió catorce años dentro de ese castillo, y el condestable de Borbon que, según la Historia, lo sitiaba en el siglo XVI? O todo es verdad ó todo es mentira sobre la tierra.—La vida es sueño...; pero también el sueño es vida.

Con que sigamos adelante.

Hay dos Marsellas : la Nueva y la Vieja.

Marsella la Vieja es una ciudad árabe, de retorcidas cuestas y estrechísimas calles, sucia, misteriosa , sombría, habitada por la gente característica de la población , por su levadura histórica , si me permitís la frase.

La Nueva es hermosísima ; pero de esa hermosura oficial, general, insignificante , que es la misma en Cádiz que en Lyon , en París que en San Petersburgo : anchas calles; altos y uniformes edificios; plazas con árboles ; lujosas tiendas; perfecto empedrado, y mucha gente, toda vestida del mismo modo, ó con pequeñas diferencias.

Inútil creo deciros que á mí me gustan mas las ciudades viejas, y que en ellas es donde me complazco en remover el polvo de los siglos ó en sacar por la pinta los parentescos de las naciones.

Marsella la Nueva, aparte de lo apuntado, es una de las capitales mas ricas y mas trabajadoras de Francia , y su industria y su comercio constituyen una fiebre contínua, una actividad incesante, que comunica vida y movimiento á dos grandes rios; uno de esportacion, que se esparce por el Mediterráneo, y otro de importación , que nutre y robustece el imperio de Bonaparte.

Cuando yo la visité , hallábase muy adelantado el Puerto Nuevo de la