Página:De Madrid a Nápoles (1878).djvu/20

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
12
DE MADRID A NAPOLES

do; que educaba á sus hijos en los primeros colegios de París; que habia estado en Inglaterra y Alemania; que mantenía relaciones comerciales con toda Europa; que habia sido alcalde en Lyon (la segunda capital de Francia), y que estaba, sin embargo, tan en ayunas acerca de las cosas de España, como yo puedo estarlo acerca de las cosas del Japón.

Dígolo, porque de las preguntas y observaciones que me hizo, deduje que el insigne comerciante creia: 1.° que en nuestro país no se usaban pantalones; 2.° que la poblacion se componia de frailes y toreros; 3.° que sólo se viajaba en él á caballo y en grandes caravanas; 4.° que la Guerra de África habia consistido en que el emperador de Marruecos alegaba derechos á la corona de Isabel II, y otras muchas cosas por el estilo, que siento no recordar ahora.

Yo le dije que si átodo. — ¿Qué mejor castigo de su ignorancia que la ignorancia misma?

Por lo demás, á fuer de salvaje, me dormí tan luego como me dió sueño, sin reparar en que todavía me estaba hablando aquel pobre hombre.

Cuando me dormí, ya habia pasado el tren por el famoso Túnel de la Nerihe, de cuatro mil seiscientos diez y siete metros de longitud y á doscientos piés de máxima profundidad. Veinte y cuatro pozos dan ventilacion á aquel inmenso subterráneo que cruzamos en unos ocho minutos; y en verdad os digo que, cuando salimos de él y el aire de la noche y la luz de la luna penetraron en el coche, todos respiramos con fuerza y alegría, como si la inmensa montaña que acabábamos de taladrar, hubiera estado gravitando sobre nuestros hombros.

En cambio, el sueño no me permitió saludar á la histórica Arles, célebre por sus monumentos romanos, ni á la noble Avignon, residencia un tiempo de la Santa Sede y teatro de los amores de Petrarca.

Y durmiendo tambien, pasé por Orange, de grandes recuerdos paganos; por Montelimart, donde á un paisano mio le sucedió todo lo que cuento en mi articulejo titulado <<¡Viva el Papa!>>; por una Valencia (Valence) no menos ilustre en la antigüedad que la Valencia de España, y hoy capital importantísima; por Vienne, en fin, rica en monumentos y productos.

Apénas recuerdo haber oido entre sueños el nombre de estos pueblos, dicho á voces por los empleados del ferro-carril...

Y á la verdad, siendo como era de noche, poco más hubiera sacado en claro con estar despierto.

El grito que tuvo el privilegio de despabilarme completamente, fue el de:

—<<¡Lyon! ¡Lyon! ¡Quince minutos! ¡Preparad vuestros billetes!... >>

Abrí, pues, los ojos... y la luz del sol me obligó á cerrarlos de nuevo.

Porque el sol salia en aquel instante.