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dios y enredos, las peripecias y complicacio- nes del drama a que asiste entre bastidores y en el cnal se ve casi forzada a aceptar un pa-
pel que no condice con su carácter.
Este año ha pasado por mi cabeza como un si- glo —escríbele a su hijo Juan Thompson. — Estoy cansada y muy cansada de lo que veo y sé. Qui- siera ignorar todo, vivir en una choza, abandona- da al destino, y mi destino bizarro me pone siem- pre al corriente de tantas cosas que me afligen sin poderlas remediar. Mucho he envidiado a las mu- jeres que no pasan de cierta altura; que no com- prenden sino lo que ocurre en la esfera donde tie- nen que vivir; para las que hay mil goces, fáciles de adquirir; y que ni sospechan las penas que se sienten en otra. La elevación de ideas, ya sa- bes cuánto cuesta; y, lo mejor que le puede a uno suceder es que lo tomen por extravagante, si es hombre, y por pedante, si es mujer. Pero, como no nos dió la Providencia la facultad de escoger nuestra hechura, no hay más que resignarse.
Dotada, por otra parte, de la lucidez de un
espíritu superior, no tarda en percibir las fa-
