DIARIO DE UNA COMEDIANTA 147
rrar muertos en las fosas que habiamos abierto. Y a las nueve regresamos a Petrogrado.»
Así habló mi amigo...
Parece que es Trotsky personalmente quien ha ideado ese doble servicio, Y no será el único.
Las personas que comen en casa de Contant y en otros lugares, los parroquianos de Bi-Ba. Bo y todos aquellos a quienes se ha señalado como ricos o burgueses, están designados para ejecu- tar trabajos de ese género.
A 20 de Julio.
Nicolás Romanof ha muerto. El ex empera- dor fué fusilado como consecuencia de la deci- sión tomada por el Soviet, que pretende haber descubierto un complot para facilitar la evasión de la familia imperial. Se pregona a gritos la noticia; pero los transeuntes no se detienen ni se ve emoción en los semblantes. Nitchevo.
La Newsky conserva su aspecto habitual.
Una vez más me siento descorazonada. Sola- mente mi portero manifiesta alguna turbación.
—Nicolás Romanof acabó—me dice al abrir- me la puerta del ascensor.
Y leo claramente lo que piensa ese bolchevi- que convencido:
—¡Cómo!—añade—. ¡Se mata al zar sin juz- garle, como a un perro rabioso, y somos nos- otros quienes hacemos eso!...