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les, que tienen convicciones sinceras; son soña- dores victimas del dolor; rebeldes llenos de amargura, que desean una sociedad reconstruida sobre nuevas bases; y hay también entre ellos, por desgracia, y tal vez son la mayoría, hombres violentos, aunque inteligentes, implacables y pagados por el otro enemigo que se olvida de- masiado aquí y del que apenas se curan al leer con indiferencia los comunicados de la guerra: Alemania.
A 6 de Febrero.
Una calma que ya no se esperaba, una calma relativa, pero que es hasta un alivio, se ha pre- sentado desde hace varios dias en la vida de Pe- trogrado. Parece que se respira mejor, que ya no será interrumpida la circulación por algún motín. En cuanto a mí, he vuelto a mis ocupaciones or- dinarias y a mis paseos, maldiciendo en toda hora la complicación en que me ha colocado la negativa de Sokolnikotf.
Estaba yo decidida a emplear otros medios. Mi causa no se había perdido, puesto que conta- ba yo con la aprobación de L unacharsky.
Pero he aquí que hoy, un golpe teatral circula, un golpe que después se afirma y se precisa, una decisión asombrosa, tomada en estos días por los bolcheviques.