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—El porrazo tiga.

— —¿Ande, aquí?

—¡Afá!

—103alegué para no confesar mi faexclamé retirando rápidamente el Obrazo que me apretaba Goyo. Pero aquello era en realidad una farsa. Lo que me dolía era el vientre, las ingles, los muslos, las paletas, las pantorrillas.

—¿Estarás pasmao?

—Cuantito me mueva se me va a pa r.

Haciendo un sentido esfuerzo, salí caminando sin dar muestras de mis sufrimientos. Apenas quería aclarar el día nublado.

—Tendremos lluvia?

—Sí.

—Ande está Don Segundo?

—En la tropilla, ensillando.

Guiado por los cencerros caminé hasta ver la gran silueta del paisano, abultada por la noche.

—Güen día, Don Segundo.

—Güen día, muchacho. Te estaba esperando pa hablarte.

—Diga, Don.

—Vah'a volver a ensillar tu potrillo?

—¿Y de no?

—Güeno. Yo te vi a ayudar pa que no andés