Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/112

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 110 —

Así, pronto estuve hecho sopa.

El viento que traíamos de cara arreció, haciendo más duro el castigo, y a pesar de que a su impulso el aire se volviese más despejado, no fué tanto el alivio como para que no deseáramos un próximo fin.

Acobardado miré a mis compañeros, pensando encontrar en ellos un eco de mis tribulaciones.

¿Sufrirían? En sus rostros indiferentes el agua resbalaba como sobre el ñandubay de los postes, y no parecían más heridos que el campo mismo.

El callejón, que había sido una nota clara con relación a los prados, estaba lóbrego. Por delante de la tropa, la huella rebrillaba acerada; atrás todo iba quedando trillado por dos mil patas, cuyas pisadas sonaban en el barrial como masticación de rumiante. Los vasos de mi petizo resbalaban dando mayor molicie a su tranco. Por trechos la tierra dura parecía tan barnizada, que reflejaba el cielo como un arroyo.

Dos horas pasé, así, mirando en torno mío el campo hostil y bruñido.

Las ropas, pegadas al cuerpo, eran como fiebre en período álgido sobre mi pecho, mi vientre, mis muslos. Tiritaba continuamente, sacudido por