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El hombre se dirigió al patrón con reproche:

—También, señor, a una madrinita como ésta no se le acollara mancarrón tan fiero.

—Don Fabián Luna!

Un viejo de barba larga y piernas chuecas, se acercó con desenvoltura para sufrir el mismo desaire.

—Cuando no es fiero es viejo comentó con buen humor. Y soltó una carcajada como para espantar todos los patos de una laguna.

El patrón se fingía acobardado.

—Alguno mejor parecido y más mozo, pues aconsejaba don Fabián.

—Eso es; nómbrelo usted.

—Tal vez el reserito...

No oí más y me senté como potro sobre un maneador seguro, pero estaba contra la pared y no pude bandearla para encontrar la noche, en que hubiera deseado perderme.

La atención general me hizo recordar mi audacia de chico pueblero. Con paso firme me acerqué, levanté el chambergo sobre la frente, crucé los brazos y quebré la cadera.

1 La muchacha pretendió intimidarme con su ya repetida maniobra.

—Cuanti más me mire que me comprale dije.

más seguro