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Gradualmente, la sala iba embebiéndose de aquella música. Estaban como curadas las paredes blancas que encerraban el tumulto.

La puerta pegaba con energía sus cuatro golpes rígidos en el muro, abriéndolo a la noche hecha de infinito y de astros, sobre el campo que nada quería saber fuera de su reposo. Los candiles temblaban como viejas. Las baldosas preparaban sonido bajo los pies de los zapateadores.

Todo se había plegado al macho imperio del rasguido.

Y el cantor expresó ternuras en tensas notas:

. "Sólo una escalerita de amor me falta" "Sólo una escalerita de amor me falta" "Para llegar al cielo, mi vida, de tu garganta" Las dos mujeres, los dos hombres dieron comienzo a la danza.

Los hombres caminaban con ágiles galanteos de gallo que arrastra el ala.

Las mujeres tomaron la delantera en el círculo descrito y miraban coqueteando por sobre el hombro.

El cuadro dió una vuelta, el cantor continuaba:

"Vuela la infeliz vuele, ay que me embarco" "En un barco pequeño, mi vida, pequeño barco"