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dijo que no era necesario cambiar nada. Yo la miraba con cada ojo como patacón boliviano, no comprendiendo cómo sabía tan bien todo, sin siquiera revisarme. Me puso la mano sobre la cabeza y me dijo:

Que Dios te bendiga, hijo. Dentro de tres días, con licencia'e la Virgen, vendré a verte. Te podeh'enderezar si así es tu gusto, porque estás vendao por alguien que sabe y no tenés peligro ninguno.

Sin darme tiempo para responder, se fué arrastrando las alpargatas a curar al otro hombre. Le hizo alzar el calzoncillo más arriba de la rodilla, le dijo a Patrocinio que trajera un cabestro o un correón y le pidió a uno de los paisanos, que por curiosidad se habían agolpado en la puerta, que se arrimara a ayudarla.

—Está sacao dijo.

La viejita hizo que Patrocinio se colocara atrás del enfermo, pasándose el maneador por debajo de los brazos, sobre el pecho, y aguantara cuando el otro paisano tirara del pie, en el momento que ella avisaría.

"Lo van a estaquear", pensé con angustia.

— Aura! — dijo la viejita y, en el momento en que tiró del pie el paisano y Patrocinio hacía fuer-