Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/271

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 269 —

—Vamos cuarenta?

—Pago volví a responder.

—Vamos sesenta?

—Pago—¿Vamos ochenta?

propuso.

Algunos nos miraban, curiosos. ¿Hasta cuándo seguiría subiendo?

269 más suave.

— — le acepté sonriente.

1 Su voz se hacía cada vez Los curiosos espiaban mi decisión. Sin quitarle la vista, propuse a mi vez, imitando su cortesía:

—¿Por qué no vamos cien?

—Pago accedió.

Ya la gente se hacía montón, como si nosotros fuéramos los caballos de la carrera. Pasado un rato, propuse con una voz imposible de superar en tono de dulzura:

—Vamos ciento cincuenta?

El hombre rió de muy buena gana y, ya con voz natural, cerró la broma:

—No, gracias; estoy jugao.

—¡¡Ellos y se vinieron!!!

1 — gritó uno de los mirones.

Ras con ras, sin aventajarse de un hocico, llegaban, pasaban delante nuestro, se iban para el lado de la raya.

Nos agachamos sobre el cogote de nuestros caballos. El paisanaje invadió la can-