Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/313

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 311 —

¡Qué voluntad de dominio no tendrá el hombre para que, por un rato de gozarla, emplee largas horas de perseverante empuje! Salir con la suya en una bellaqueada y embozalar las propias dudas y temores con el logro de un intento, lleva aparejado toda una ristra de horas de tensión. Al lado del lucido momento de la jineteada, está la tarea pacienzuda de guerrear los animales durante la amansadura, sin dejarles tomar vicios y corrigiendo los que traen por instinto.

Yo era casi un instrumento en manos de mi padrino, que me guiaba en cada gesto, lo cual no quita que era el instrumento quien aguantaba los pesados trotes de los baguales, sus sentadas brutas, la rigidez desobediente de sus cogotes sonsos y chapetones, sus intenciones de cocear, sus cabezazos al enriendarlos, sus sustos torpes al subir y desmontarse uno, sus repentinas rebeliones en una espantada que remataban corcovos o abalanzos.

Y en todo aquello me parecía ir como dormido. Ideas fijas me perseguían como un deber. Las oía en la voz de mi padrino. Frases imperativas representaban hechos menudos, en que yo debía seguir por mía aquella voz. Hasta en horas de descanso, las enseñanzas me zumbaban en la ca-