Esta página ha sido corregida
III.
Frente a casa, camino a la fonda donde iba a comer, Don Segundo se separó de mí, dándome la mano. Adiviné que aquello se debía a mi aviso de que se cuidase al salir de "La Blanqueada", y sentí un gran orgullo.
Entré a casa sin apuro. Como había previsto, mis tías me pegaron un reto serio, tratándome de perdido y condenándome a no comer esa noche.
Las miré como se miran las guascas viejas que ya no se van a usar. Tía Mercedes, flaca, angulosa, cuya nariz en pico de carancho asomaba brutamente entre los ojos hundidos, fué quien me privó de comida. Tía Asunción, panzuda, tetona y voraz en todo placer, fué la que me insultó con más voluntad. Yo las encomendé a quien corres-