Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/52

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 50 —

que disponíamos, quería ser aprovechado por cada uno en forma más útil.

Concluído el almuerzo, el cocinero me dijo que quedara a ayudarlo y fueron saliendo todos, hasta dejar vacío el gran aposento cuyo significado parecía resumirse en el fogón, bajo cuya campana tomó lugar la olla, rodeada de pavas como un ñandú por sus charabones.

El cocinero no fué más locuaz que el día de mi llegada, y me pasé la mañana haciendo de pinche, los ojos constantemente atraídos por la silenciosa silueta del domador que, vecino a la puerta, cosía unas riendas de cuero crudo.

Debía ser ya cerca de mediodía, cuando oímos unas espuelas rascar los ladrillos de afuera. La voz de Valerio saludó a alguien, invitándolo a que pasara a tomar unos mates. Curiosamente me asomé, viendo al mismo Don Segundo Sombra.

—¿Pasiando? — preguntaba Valerio.

—No, señor. Me dijeron que aquí había unas yeguas pa domar y que usté estaba muy ocupao.

—¿No gusta dentrar a la cocina?

—Güeno.

Los dos hombres se arrimaron al fogón. Don Segundo dió los buenos días sin parecer reconocerme; ambos tomaron asiento en los pequeños