Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/56

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 54 —

ma tarde. Valerio se comidió a echar las yeguas al corral, cuando cayera un poco el sol, para que sufrieran menos.

—Si necesita algún maniador, riendas o lo que se ofrezca, yo le puedo emprestar lo que guste.

—Muchas gracias. Creo que tengo todo.

A pesar de mi fatiga no pude dormir la siesta, pensando en cómo haría para asistir a la domada. Sabía que el patrón había recomendado a Don Segundo el mayor cuidado, visto su peso, pero ¿hasta dónde puede evitarse que un potro corcovee?

Llegado el momento, me arreglé para llevar a los zanjones unas cargas de alambres rotos, fierros viejos y varillas quebradas. Camino haciendo, cruzaría por la playa y tal vez me cupiera en suerte presenciar el trabajo.

Adivino lo que había previsto. Las tres primeras yeguas salieron mansas, dando trabajo sólo a los padrinos. La cuarta quiso librarse del bulto que pesaba en sus lomos, pero fué vencida por las manos potentes del domador que le impedía agachar la cabeza.

La quinta fué trigo de otra chacra y como no pudiera correr, corcoveó furiosamente, a vueltas, del modo más duro y peligroso.

Tuve la ganga de que esto coincidiera con una